BOLETÍN OFICIAL DEL CUERPO DE INFANTERÍA
DE MARINA
AÑO 1895
EL GENERAL MANRIQUE DE LARA. (1)

La generación española que ahora está en la flor
de la vida no se puede formar cabal idea de lo que costó vencer
al absolutismo en la segunda guerra civil: para esa juventud, la libertad
es un bien acaso poco apreciado, porque lo encontró conseguido;
mas para los que presenciamos, siendo muchachos, los sacrificios que
realizó el país, la libertad es el tesoro cuyo sangriento
precio se recuerda con espanto. Así que, según la muerte
se lleva los hombres del orden civil ó de la carrera militar
que la conquistaron con su talento y su valor, experimentamos un sentimiento
de profunda pena, que sólo se mitiga honrando su memoria, que
es honrar la idea que sustentaron y la patria que enaltecieron.
De esos hombres fue el General de brigada de Infantería de Marina,
Gobernador militar del Ferrol, D. Manuel Manrique de Lara y Pazos, condecorado
con la gran cruz de San Hermenegildo, con cinco cruces rojas de tercera
y segunda clase por méritos de guerra, la encomienda de Carlos
III y las medallas de Alfonso XII y de Cuba, y benemérito de
la patria.
Ingresó en el ejército en 1853, y desde entonces no cesó
de servir, ocupando puestos de peligro en Fernando Póo, en Santo
Domingo, en las dos campañas de Cuba y en la Península
durante la guerra civil, siendo constantemente, como Oficial y como
Jefe, de los que más han contribuido al prestigio que goza nuestra
Infantería de Marina, en cuya historia escribió con su
sangre una página gloriosa el 28 de Abril de 1874, cuando en
los combates que precedieron al levantamiento del sitio de Bilbao, se
tomó el paso de la Muñecas, que los carlistas, favorecidos
por la escabrosidad del suelo, tenían formidablemente defendido.
Para aquel día dispuso el General Concha, entre otras cosas,
que Echagüe, con la primera división a su mando, saliese
desde Otáñez, por la derecha de la carretera, hasta tomar
el pico de Haya, y que Martínez Campos con su división,
se apoderase del pico de Mello; sabido lo cual por el Jefe carlista
Elío, mandó al cabecilla Velasco que con un batallón
reforzase los dos que ya tenía Andechaga para defender las Muñecas;
Velasco, en vez de enviar el auxilio pedido, acudió con dos batallones,
siendo, por tanto, cuatro los que se opusieron á la marcha de
Echagüe y Martínez Campos.
A la una y media de la tarde comenzó el ataque de las trincheras
carlistas, que situadas á la izquierda de Talledo, se oponían
al avance encomendado por Martínez Campos al cuarto batallón
de Carabineros y al primero del tercer regimiento de Infantería
de Marina, que mandaba el entonces Teniente Coronel D. Manuel Manrique
de Lara. Un pequeño valle, más propiamente barranco, separaba
las trincheras carlistas de las tropas liberales, que para tomarlas
necesitaban bajar á la hondonada, combatida de los fuegos contrarios,
y subir luego el escarpado repecho.- "La casi verticalidad del
descenso al valle que nos separaba del enemigo- dice Martínez
Campos en el parte oficial (1) -,
hacía, si no imposible, muy difícil la bajada del mismo.
Comprendiéndolo así, y que al tratar de envolver la derecha
del enemigo por Valterana, retrasaba tres horas las operaciones, llamé
100 voluntarios que lo ejecutasen, cabiéndome la satisfacción
de que el batallón de Marina se prestó entero á
ello. Escogida la fuerza expresada, marchó con su Teniente Coronel
D. Manuel de Lara á la cabeza y todos los Oficiales á
mis órdenes, con algunos carabineros, atacando á la bayoneta
la trinchera principal, perdida y recobrada tres veces, seguida dicha
fuerza de tan cerca como permitiese el terreno por el resto del batallón
..... El Teniente Coronel Lara fue herido en la trinchera, que asaltó
el primero con el Comandante á mis órdenes D.Félix
Camprubí y 9 soldados de Marina."
Tal es la forzosa brevedad, propia de documentos de esta índole,
con que narra el suceso el citado parte, no sin mencionar después
muy especialmente la brava conducta del batallón de Infantería
de Marina y de sus Jefes y Oficiales. Pero los detalles y pormenores
que allí faltan, abundan en los impresos de aquel tiempo. Una
carta publicada en La Correspondencia de España el 2 de Mayo
siguiente, decía, refiriéndose al citado combate, donde
murió el cabecilla Andechaga: "Las balas, que debían
caer á su alrededor como espesa lluvia, respetaron toda la tarde
a aquel valiente. Hubo un momento en que se vio completamente abandonado
de los suyos, y fue cuando en el Teniente Coronel de Marina, con 12
marinos y carabineros, llegó á la primera línea
de trincheras la primera vez. Entonces se entabló la lucha horrible
que referí ayer, y durante diez minutos se vio a Andechaga con
los suyos, puesto que, volviendo á la trinchera antes que los
marinos, pudieron ganar la altura, obligando á Lara y á
aquel puñado de héroes á descender hasta el barranco.
Pero rehechos bien pronto los nuestros, con Lara á la cabeza,
subieron de nuevo, casi sin disparar un tiro, y al poco rato la trinchera
era nuestra. Andechaga se retiró el último, solo y con
paso regular, y hasta pudo creerse que deseaba la muerte, puesto que,
en vez de marchar por las sendas cubiertas de maleza que conducen á
Talledo ó al monte Mello, cruzó por medio de los sembrados,
sobre cuyo verde claro se destacaban perfectamente los colores de su
uniforme. Vestía pantalón grancé, bota de montar,
un capote largo á la prusiana, azul, y boína del mismo
color con borla blanca. Cebe tener bastante edad, á juzgar por
su barba, que me pareció muy blanca. Por lo visto, en la pequeña
resistencia que los carlistas hicieron después de las cinco de
la tarde en las trincheras que tomaron los carabineros, halló
Andechaga la muerta que hasta entonces le había respetado. Más
afortunado Lara, el héroe liberal en aquel grande y terrible
episodio, no fue más que herido."
De igual modo describen el suceso otros testigos presenciales. La herida
que sufrió Lara fue gravísima, entrándole la bala
por el pecho y saliéndole por la espalda.
Apenas restablecido, pidió y obtuvo dispensa del plazo legal
para solicitar la cruz laureada de San Fernando, celebrándose
juicio contradictorio, en el cual le fueron favorables todas las declaraciones
prestadas, y muy particularmente la del General Martínez Campos,
quien manifestó "que Lara, al frente de dos Oficiales y
nueve soldados, tomó las trincheras, viéndose obligado
á retirarse por la gran fuerza que cayó sobre él,
volviendo segunda vez á tomarlas, siendo herido de mucha gravedad.....;
que los dos primeros ataques él mandaba las fuerzas.....; que
hubo algunos muertos de arma blanca en la trinchera; que fue herido
en ella....; que estuvo media hora herido á corta distancia del
enemigo organizando la fuerza.....; que la muerte de Andechaga, ocurrida
en la trinchera, y la toma de ésta, juzgó que fue lo que
hizo ganar la acción en el ala izquierda; y finalmente, que lo
consideraba comprendido en el art.4º, si bien, como el enemigo
tenía cuatro batallones en la posición y cerca de ella
no causó el tercio de bajas, pero sí quedaron más
de la mitad de nuestros enemigos que los de la fuerza nuestra que atacó,
muriendo el General y los dos jefes principales enemigos. También
en el art. 7º y en el 22, por haber formado la primera fuerza".
A pesar de todo lo cual, no le fue concedida la cruz laureada de San
Fernando.
Pocos años después, siendo Manrique de Lara Ayudante del
Rey Alfonso XII, que le profesaba particular estimación, una
noche, en la tertulia de la cámara regia, varios Generales referían
episodios de la guerra civil, sacando cada cual á plaza sus recuerdos,
mientras él guardaba silencio, hasta que uno de los presentes
de dijo:
_ Vamos, hombre, cuento V. Cómo fue aquello de las Muñecas.
A lo cual repuso con la naturalidad propia de quien era más capaz
de hacerlo que de narrarlo:
_ Pues nada..... que fui á tomar una trinchera..... la tomé.....
y me hirieron.
Tal era el General Manrique de Lara: valiente hasta el heroísmo,
y tan modesto, que se avergonzaba del elogio como si no lo mereciese;
de arrogante figura y privilegiado entendimiento; severo sin dureza,
y bondadoso sin debilidad; tan amante del Cuerpo á que pertenecía
que, por no separarse de él, perdió importantes ascensos
en su carrera; siempre considerado por sus Jefes y querido por sus subordinados;
amantísimo de su familia; llano en su trato y de sencillas costumbres;
modelo de militares y espejo de caballeros; uno de esos soldados en
quienes parece que encarnan las mejores condiciones de una raza, y aludiendo
á los cuales pudo decir D. Pedro Calderón de la Barca,
que
La milicia es una
Religión de hombres honrados.
Jacinto Octavio Picón.
Madrid 3 de Octubre de 1895.